A más de tres años del inicio de la guerra en Ucrania, el conflicto sigue definiendo la agenda internacional. Sin embargo, si se observa el comportamiento estratégico de los principales actores implicados, Estados Unidos, la OTAN y Rusia, se puede proyectar con cierta claridad que el año 2026 podría marcar un punto de inflexión.
Estados Unidos: Reposicionamiento global
La participación de Estados Unidos en la guerra va más allá del apoyo a Kiev. Forma parte de una estrategia mayor: Reafirmar su liderazgo global frente a potencias emergentes. Lejos de actuar por razones exclusivamente humanitarias, Washington ha utilizado el conflicto para fortalecer su influencia sobre Europa, reactivar su industria armamentística y contener la expansión rusa. En 2025, esta lógica seguía activa. La retirada o negociación realista aún no están en su agenda inmediata.
OTAN: Consolidación bajo presión
La OTAN ha encontrado en la guerra una oportunidad para redefinirse. La adhesión de nuevos miembros, el aumento del gasto militar y la ampliación de su presencia en el este europeo demuestran que la Alianza Atlántica se siente respaldada para consolidar su poder. Sus movimientos recientes responden más a una lógica estructural de defensa y expansión que a una voluntad de desescalar el conflicto.
Rusia: Resistencia y cálculo estratégico
Pese a las sanciones y el aislamiento, Moscú mantiene una posición firme. El Kremlin no busca una victoria simbólica, sino que busca garantizar sus intereses de seguridad, influir sobre territorios clave y proteger su visión de orden multipolar. No retrocederá fácilmente, pero tampoco es insensible al desgaste. En 2026 es posible que la presión interna, el cansancio diplomático y el reacomodo global le abran la puerta a un repliegue parcial o a una negociación que preserve sus líneas rojas.
¿Y la Paz?
Todo indica que 2025 seguirá siendo un año tenso, marcado por amenazas, escasa flexibilidad y consolidación de posiciones. Pero 2026 se perfila como el primer momento realista para una salida negociada. No necesariamente un tratado definitivo, pero sí una tregua, un congelamiento del conflicto o una fórmula que permita a cada potencia declarar su propio tipo de victoria.
La Paz no llegará por ideales o ideologías, sino por estrategia. Será firmada no cuando los actores estén moralmente convencidos, sino cuando les convenga dejar de luchar.